Este
breve artículo, tiene como objetivo, aclarar a que nos referimos cuando
afirmamos que tal o cual predicador es SEMIPELAGIANO.
En
el siglo V, cierta declaración que hizo el teólogo Agustín de Hipona provocó la
reacción de un obispo de nombre Pelagio, y dicha reacción fue algo así como
esas erupciones que aparecen en la piel toda vez que se aplica un reactivo para
determinar si alguien es alérgico a algo. En este caso, la reacción de Pelagio
fue ante una oración que hizo pública Agustín, que decía: “Señor ordena lo que
quieras y otorga lo que ordenas. Lo que en sencillas palabras Agustín estaba
expresando es que de no ser por la gracia de Dios, el hombre no puede hacer
absolutamente nada que sea agradable a Dios, ésta declaración que provocó una
virulenta reacción de parte del obispo Pelagio era la piedra angular de la
doctrina de la total depravación. Ante esto Pelagio comenzó a exteriorizar su
repudio a dicha verdad, diciendo que el hombre no necesita de la gracia de Dios
para hacer su voluntad, pero además Pelagio iba mucho más allá, llegando a
afirmar cosas tales como que la caída no afectó a los descendientes de Adán
sino que sólo lo afectó a Adán y a su mujer; y también llegó a afirmar que
aunque nunca hubiera pecado de todas maneras Adán hubiera muerto. Es claro y
evidente que la reacción de Pelagio dejó expuesto que era un falso maestro
incrustado dentro de la iglesia de Cristo, un falso maestro que descaradamente
negaba las Sagradas Escrituras y la necesidad de un Redentor, porque si como
afirmaba Pelagio el pecado de Adán sólo lo había afectado a él, entonces
tampoco era necesario el sacrificio propiciatorio de Cristo.
Toda
esta situación ocasionó que se convocara un concilio eclesiástico que declaró
ANATEMA al obispo Pelagio. Pero al mismo tiempo esta crisis fue utilizada por
la Divina providencia para que ciertas verdades concernientes a la Gracia
Soberana de Dios, fueran expuestas con una claridad cómo hasta ese entonces no
se tenía; y para tal efecto Dios utilizó al obispo Agustín, es decir, así como
en el siglo IV Dios utilizó el ministerio de un maestro como Atanasio para
exponer con claridad la Doctrina de la Trinidad, ante esa nueva crisis del
siglo V Dios nuevamente utilizó a sus maestros para que pudieran exponer
verdades tales como, que a causa de la caída el hombre ha quedado absolutamente
incapacitado para dar el primer paso a la salvación, y de no ser por el
llamamiento eficaz del cual son objeto los elegidos, el sacrificio de Cristo
sería de provecho para nadie, por cuanto todos absolutamente todos aborrecen la
luz, y no quieren venir a la luz para que sus malas obras sean reprendidas.
Conclusiones que fueron todas fundamentadas en las Sagradas Escrituras. Y fue a
partir de ese momento de la iglesia de Cristo que se empezó a establecer la
relación entre todo un cumulo de verdades bíblicas. Se empezó a establecer la
relación entre Efesios 2:1 en donde se describe al hombre sin Cristo como un
cadáver espiritual, con 1 de Corintios 2: 14; en donde se afirma que para el hombre
natural las cosas que son del Espíritu de Dios le son locura. Es decir, quedo
muy claro que cuando la Biblia compara al hombre natural con un cadáver, lo que
se quiere significar es que a causa de la caída, la parte inmaterial del hombre
quedo afectada al grado tal de que las verdades concernientes a la salvación le
resultan locura. Y tal aseveración llevó a una pregunta cuya respuesta también
sirvió para entender declaraciones del Señor Jesucristo tales como las que se
registran en Juan 6:44. La pregunta era la siguiente: ¿Cómo podía el hombre dar
el primer paso hacia la salvación si siendo que en su estado de muerte
espiritual las cosas del Espíritu le son Locura? El Señor Jesucristo nos da la
respuesta a esta pregunta en Juan 6:44 cuando afirma: “Ninguno puede venir a
mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitare en el día
postrero”; la exégesis de esta declaración llevó a entender que de lo que El
Señor aquí está hablando es de un llamamiento eficaz del cual son objeto los
elegidos, llamamiento que como ya dijimos hace posible la respuesta a tal
llamamiento. Está muy claro que El Padre no trae a todos a Cristo, sino sólo
aquellos que según el afecto de su voluntad ha determinado salvar.
Transcurrido
cierto tiempo, falsos maestros infiltrados en la iglesia lograron volver a
oscurecer la comprensión de todo el cuerpo de verdad referente a la total
depravación, elección incondicional y llamamiento eficaz, doctrinas que habían
quedado sistematizadas a partir de la crisis pelagiana. Lo que estos falsos
maestros alegaban era que el hombre no estaba muerto espiritualmente sino
enfermo, pero no lo suficientemente enfermo como para no poder dar el primer
paso hacia la salvación. Nuevamente se estaba ante la negación de fundamentos
bíblicos. A ese resurgimiento del pelagianismo es lo que se conoce como
SEMIPELAGIANISMO, falsa doctrina que continuó siendo sostenida por LA GRAN RAMERA
CATÓLICA. Hasta que en el siglo XVI nuevamente la Divina providencia produjo un
acontecimiento conocido como La Reforma, encarnada por hombres como Juan
Calvino y Martin Lutero, Reforma que restauró verdades que habían sido
sepultadas por Roma mediante la herejía semipelagiana. Y no sólo la Reforma
restauró esas doctrinas sino que también trajo la sistematización de la
doctrina de LA JUSTIFICACIÓN POR FE.
La
respuesta de Roma a la Reforma protestante, fue el concilio de Trento, concilio
en el que se declaró maldito a todo aquel que enseñara que el hombre está
absolutamente incapacitado para dar el primer paso a la salvación, es decir, EL
SEMIPELAGIANISMO fue ratificado por Roma. Pero trascurrido el tiempo ese
semipelagianismo fue nuevamente introducido dentro de la iglesia por Jacobo
Arminio, cuyas conclusiones estaban en perfecta sintonía con EL SEMILEGIANISMO
de Roma, es decir, en esencia, Arminio estaba enseñando también que EL HOMBRE
NO ESTÁ MUERTO ESPIRITUALMENTE COMO ENSEÑA LA ESCRITURA SINO ENFERMO. Arminio
negó que existiera tal cosa como elección incondicional, sino que Dios eligió a
aquellos que según su presciencia conoció que obedecerían el llamamiento a la
salvación. Está claro que tal planteamiento teológico niega olímpicamente la
total incapacidad del hombre para entender las cosas del Espíritu, es decir,
parte de una hipotética e inexistente capacidad inherente en el ser humano para
entender que está perdido y que necesita un Salvador.
Por
último; al considerar EL SEMIPELAGIANISMO y su nefasta influencia dentro de la
iglesia de Cristo, es muy importante tener en perspectiva que Chales Finey,
padre de los famosos llamamientos al altar para aceptar a Cristo, solía afirmar
que no era SEMIPELAGIANO SINO PELAGIANO. Charles Finey, con su enseñanza y
práctica estaba negando algo tan elemental COMO EL QUE LOS MUERTOS ESPIRITUALES
NO PUEDEN ACEPTAR LA VIDA, SÓLO PUEDEN RECIBIRLA.
A
nadie en su sano juicio se le ocurriría pensar que un muerto tiene la facultad
de decidir si ha de ser o no resucitado, o en otras palabras SI ACEPTA O
RECHAZA EL SER RESUCITADO, sin embargo desde los días del pelagiano Charles
Finey, un gran segmento de ministros evangélicos, tanto pastores como
evangelistas, han abrazado la anti bíblica noción de que el ser humano tiene la
capacidad innata de poder decidir si acepta o rechaza la oferta de salvación,
negando olímpicamente todo un cuerpo de verdad que claramente enseña que a raíz
de la caída, y tal como Dios se lo advirtió a Adán y a su mujer, la
desobediencia traería como consecuencia la muerte espiritual, muerte espiritual
de la cual la muerte física sería una consecuencia. Tal negación ha derivado en
todo un bagaje de falsas creencias y practicas anti bíblicas tales como el
INSTAR A LAS PERSONAS A ACEPTAR A CRISTO, práctica de la cual no existe ninguna
base bíblica, por cuanto ni Cristo ni los apóstoles, jamás hicieron tal
invitación.
La
Biblia no habla de aceptar al Señor Jesucristo, sino de recibirlo, pero si
analizamos el contexto en donde aparece esa expresión, llegamos a la inequívoca
conclusión de que cuando el Nuevo Testamento habla del acto de RECIBIR A CRISTO
lo describe, NO COMO CAUSA SINO COMO EFECTO DE UNA CAUSA: Juan 1:12-13
12
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre,
ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Está
muy claro que lo que se menciona en el versículo 12, que es el recibir a
Cristo, es el efecto de una causa, y esa causa se menciona en el versículo 13.
Esa causa es la gracia soberana de Dios, Quien mediante su omnipotencia,
engendra a todos aquellos que han sido elegidos para ser objeto de su gracia, y
tal aseveración está fundamentada en que tres veces se enfatiza que tal
engendramiento, no está precedido por ningún acto de la voluntad humana, por
eso enfáticamente se declara que LOS CUALES NO SON ENGENDRADOS DE SANGRE, NI DE
VOLUNTAD DE CARNE, NI DE VOLUNTAD DE VARÓN, SINO DE DIOS.
Instar
a los pecadores a aceptar a Cristo, además de ser semipelagianismo puro y duro,
es comparable a que se inste a un cadáver a aceptar o no aceptar el ser
resucitado. Por lo tanto, recibir a Cristo es el efecto de una causa y esa
causa es la gracia inmerecida de Dios de la que son objeto aquellos que según
el puro afecto de su voluntad, Dios ha determinado salvar.
Conociendo
todos estos antecedentes, podemos entender el porqué de tanta oposición a las
verdades fundamentales de la fe cristiana, tales como LA ELECCIÓN
INCONDICIONAL, LA TOTAL DEPRAVACIÓN, Y EL LLAMAMIENTO EFICAZ. Hoy nos toca a
nosotros defender aquellos fundamentos de la fe cristiana que fueron y siguen
siendo atacados por los enemigos de la verdad.
Solo
a Dios sea la Gloria.
Nota: Este material se puede distribuir y publicar con toda
libertad siempre y cuando se respete el autor.
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