A continuación analizaremos uno
de los textos predilectos de quienes niegan doctrinas fundamentales de la fe
cristiana como la total depravación, la elección incondicional, y la gracia
irresistible de la que son objeto los elegidos. Es decir, la torcida
interpretación arminiana de este texto, se suele utilizar como fundamento de
que no existe tal cosa como el que Dios según el puro afecto de su voluntad
haya escogido personas para en su momento ser atraídas eficazmente a la
salvación, dejando al resto en la dureza de sus corazones, porque si esto
fuera así, dicen ellos, Dios estaría haciendo acepción de personas, lo cual
según ellos estaría en contradicción con este texto de Hechos 10: 34-35.
En primer lugar hay que dejar en
claro que cuando Pedro dice que Dios no hace acepción de personas, tal
declaración hay que interpretarla dentro del contexto en el que se encuentra
dicha declaración. Contexto en el que para la correcta interpretación del texto
en cuestión, debemos considerar la visión que tuvo Pedro y que se nos relata en
Hechos 10: 10-17, visión en la que El Espíritu Santo, estaba preparando a Pedro
para entender que el evangelio no era sólo para los judíos, sino para gente de
todas la naciones, y eso explica el real significado de las palabras del
versículo 35 en donde se nos dice QUE DIOS EN TODA NACIÓN SE AGRADA DEL QUE LE
TEME Y HACE JUSTICIA. Las palabras claves aquí son: TODA NACIÓN. Aquí no está
enseñando que Dios eligió a aquellos que previo le obedecerían; porque tal
interpretación estaría en conflicto con todo un cuerpo de verdad respecto al
estado de muerte espiritual en que se encuentra la humanidad sin Cristo ¿Cómo
podría Dios agradarse de las obras de personas que están muertas en delitos y
pecados, bajo la influencia del príncipe de la potestad del aire, haciendo la
voluntad de la carne y de los pensamientos, y estando en un estado de enemistad
con Dios? Porque eso es precisamente lo que se nos enseña en Efesios 2: 1-3
Y él os dio
vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los
cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo,
conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en
los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en
otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y
de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los
demás.
Este texto de Efesios 2:1-3 deja
muy en claro que el creer que Dios escogió a personas de distintas naciones
porque previó su obediencia o vio algo bueno en ellos, es absolutamente anti
bíblico, y una forma de oscurecer la infinita misericordia de Dios, que no
habiendo nada, absolutamente nada bueno en aquellos que eligió incondicionalmente,
aun así los amó. Amó a quienes por su estado de muerte espiritual no querían
tener absolutamente nada que ver con Dios ni con venir a la luz. Los amó e
incondicionalmente los eligió para resucitarlos espiritualmente mediante la
regeneración y adoptarlos como hijos.
Lo segundo que tenemos que dejar
en claro es que Dios hace acepción de personas en cuanto a quienes hace objeto
de su misericordia, y un ejemplo claro de este principio es el trato que
recibieron Salomón y Saúl.
2 Samuel
7: 12-15; 12 Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo
levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas,
y afirmaré su reino. 13 El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para
siempre el trono de su reino. 14 Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo.
Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos
de hombres; 15 pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de
Saúl, al cual quité de delante de ti.
¿Por qué Dios no apartó su misericordia
de Salomón como la apartó de Saúl? ¿Por qué Dios no llevó al arrepentimiento a
Saúl castigándolo con vara de hombre, de la misma manera que lo hizo con
Salomón? La respuesta inspirada a esta pregunta se nos da en el Nuevo
Testamento a través del apóstol Pablo en Romanos Cap. 9: 13-16 Como está
escrito: A Jacob amé, más a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Qué
hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré
misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me
compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios
que tiene misericordia.
Conclusión: El texto de Hechos 10: 34-35 debe interpretarse en el sentido de que
Dios no hace acepción en cuanto a raza o color de piel, lo cual en manera
alguna está en contradicción con la verdad regada por toda la Biblia de que
Dios si hace acepción de personas en cuanto a quienes ha hecho objeto de su
misericordia.
Nota: Este material se puede distribuir y publicar con toda
libertad siempre y cuando se respete el autor.
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